Vacas con el doble de su masa muscular, un super salmón que puede crecer en su primer año de vida cuatro veces más de su talla normal, gallinas sin una sola pluma, conejos que resplandecen en la oscuridad o el “arroz de oro”, que gracias a una bacteria y los genes del narciso es capaz de producir beta caroteno, uno de los elementos básicos de la vitamina A. Éstos son algunos de los seres vivos que el documental reúne en una granja de ficción poblada solamente por plantas y animales que han sido objeto de alguna forma de manipulación genética.
El documental, conducido por la científica Olivia Judson y el nutricionista Giles Coren, guía a los espectadores por está granja virtual con el fin de explorar los principios científicos y morales que hay detrás de las ciencia moderna. Con los conocimientos actuales de la genética los científicos sólo están limitados por su imaginación… las posibilidades son infinitas.
¡Ah! Y otra cosa. Estos pollos, manipulados genéticamente, no son de ciencia-ficción o un ensayo de de un científico iluminado… son los pollos que usted compra en una barqueta de plástico, con un embalage y una marca prestigiosa. Si se tomara el trabajo y visitara todos los supermercados, vería que miles de supermercados venden miles de pollos por día. Millones por día. Seguro que no pasaron dos o tres meses en una chacra picoteando maíz, ni cazando lombrices…
¿Y esa hamburguesa congelada, roja, apetitosa, de carne que nunca conoció un animal? Todo esto da que pensar. Para las empresas, indudablemente es bueno, es conveniente. ¿Pero para los seres vivos? Sobre todo cuando pensamos a los niños-monstruos del maíz transgénico, al surgimiento del sida o a las vacas con “vaca loca”..